Una invasión globalizada
El cambio climático, enemigo mortal para la biodiversidad en ecosistemas terrestres, marinos y de agua dulce, contribuye a que especies invasoras se establezcan por sí solas en los entornos vulnerables a ese fenómeno.
Si a esta sinergia le unimos la intensificación del comercio, las actividades turísticas, el crecimiento demográfico y la búsqueda de nuevas fuentes de energía, en la que biocombustibles puedan competir por espacio con los cultivos agrícolas, el problema crece a tal punto que expertos vaticinan daños a causa de estos organismos tan grandes como los del propio calentamiento global en los próximos 50 años.
Por esa razón, científicos de unos 50 países, durante un congreso sobre el tema efectuado recientemente en Fuzhou, capital de la provincia china de Fujián, instaron a la comunidad internacional a realizar mayores esfuerzos para desactivar la amenaza de estas especies invasoras introducidas, exóticas o foráneas, cuya expansión reduce la biomasa de las autóctonas (nativas).
Sus efectos repercuten en sectores como la agricultura, silvicultura y piscicultura, con serias consecuencias para la salud humana (pueden servir de vectores y reservorios de enfermedades), la economía (causan pérdidas económicas anuales por 1,4 billones de dólares) y el medio ambiente (extinción de grupos ecológicos locales).
Ante la actual crisis de seguridad alimentaria –se estima que la cifra de hambrientos supera los mil millones en el orbe-, vale la pena reflexionar sobre la necesidad de su control (químico, biológico o mecánico), pero aún más de su prevención.
Los organismos invasores, que comprenden todos los grupos taxonómicos (insectos, peces, anfibios, mamíferos, plantas, algas y hasta virus), reducen las cosechas, reservas y recursos acuícolas y crean nuevas plagas, mientras son considerados la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el planeta, ya sea por depredación, competencia en el alimento con las nativas o alteración de su hábitat, y la primera en estados insulares.
Son muchos los ejemplares en el mundo. China identificó 500, de los cuales 300 son dañinos, y más de la mitad de los 100 exóticos peligrosos enumerados por la Unión Mundial para la Naturaleza se hayan en esa nación, informó en el citado congreso Wan Fanghao, subdirector del Centro de Investigación para el Control y Prevención de Especies Invasoras, del Ministerio de Agricultura de ese país.
Europa cuenta con 11 mil no autóctonos y sólo se conoce el impacto ecológico de mil 94, según el primer inventario presentado por un equipo internacional, como parte del proyecto europeo DAISIE (Delivering Alien Invasive Species Inventories for Europe).
Mientras, en Estados Unidos se calcula que el 49 por ciento de la biodiversidad amenazada lo está a consecuencia de este problema.
En distintas regiones de Latinoamérica y el Caribe organismos tan diversos como las tilapias, rana toro, acacias, retamas, truchas, los tamariscos (pino salado), peces plecos (o diablo), el jabalí, mejillón dorado y visón, se comportan como invasores.
Sin embargo, debe recordarse que muchas de las especies introducidas para aumentar la disponibilidad de alimentos no siempre causan daños si tienen un control estricto.
Evidentemente, esta situación constituye uno de los grandes desafíos en la actualidad, máximo si una vez que surge es muy difícil de eliminar. Por tal razón, la educación ambiental en todos los niveles resulta necesaria, acompañada de la activa participación comunitaria para prevenir o detener una invasión globalizada, provocada en buena parte por la acción humana y con enorme consecuencias para su subsistencia.
Escrito por: Teresita de J. Vives Romero