Río+20: ¿Visión economicista o integradora de desarrollo?
De cara a la Conferencia de la ONU Río+20, a realizarse en junio del próximo año en Brasil, foros preparatorios se efectúan en diferentes países y regiones a fin de llegar a un consenso que viabilice los acuerdos a tomar en esa importante cita.
El debate se enfoca en dos temas: la economía verde con vistas a la sustentabilidad y la erradicación de la pobreza y la creación de un marco institucional para el desarrollo sostenible.
Si bien el objetivo de las Naciones Unidas es lograr que los Estados y la comunidad internacional sienten las bases para un mundo de paz, próspero y perdurable, existen diferentes concepciones de cómo deben tratarse los asuntos referidos, en particular el primero.
Durante un reciente Simposio de alto nivel efectuado en Beijing sobre la próxima Cumbre de la Tierra, los asistentes del Grupo de los 77 más China ratificaron la total vigencia de los principios adoptados en la reunión que tuvo lugar en Río de Janeiro en 1992.
Los participantes de más de 30 países coincidieron también en que el compromiso número siete relacionado con las responsabilidades comunes pero diferenciadas de los Estados, sobre todo de los países industrializados con los en vías de desarrollo, es innegociable.
Ese principio está dispuesto acorde a la medida en que los primeros han contribuido a la degradación del medio ambiente mundial, su desarrollo tecnológico y recursos monetarios.
Gisela Alonso, presidenta de la Agencia de Medio Ambiente de Cuba y asistente al simposio, señaló a Prensa Latina que dentro de este contexto se plantearon elementos sustantivos vinculados a los problemas de financiamiento y transferencia de tecnología.
También se habló acerca de la importancia de desarrollar la ciencia en los países pobres y de aspectos sociales relacionados con dificultades en la educación y la salud.
Desde el punto de vista de la economía verde, los asistentes consideraron que ésta debe verse como una herramienta dentro del concepto de desarrollo sostenible, al defender este último con sus tres pilares: social, económico y ambiental.
En reuniones preparatorias de la región de América Latina y el Caribe se insistió, incluso, en la necesidad de incorporar un cuarto pilar, el cultural, que promueva la empatía entre las personas y la responsabilidad en el uso de los recursos naturales.
Los tres puntos capitales acuñados en la primera Cumbre de la Tierra (1992), en teoría, deben perseguir un equilibrio armónico, pero en la práctica se ha visto que el segundo ha prevalecido sobre los otros dos.
En ese sentido, a juicio de algunos expertos, la Economía Verde podría entenderse como un retroceso en relación con el concepto integrador de desarrollo sostenible, en tanto profundiza más en una visión economicista de la realidad.
Ello, precisan, podría generar una brecha respecto a las iniciativas de conservación, además de relegar lo social a un segundo plano.
Otros, en tanto, alertan sobre proyectos que, amparados por ese concepto, tratan de ampliar o crear nuevos mercados para las corporaciones y usar peligrosas tecnologías, con el argumento de sus "supuestos beneficios verdes".
Destacan en ese sentido el afán de ponerle precio a todo lo que integra la biodiversidad, a partir del paradójico "reconocimiento" de que su erosión es uno de los mayores problemas globales.
Con respecto al tema de fortalecer la gobernanza mundial, en la cita de Beijing se manejó la necesidad de un mayor vínculo entre los ministerios de medio ambiente, finanzas y demás sectores de la economía de los países.
Mientras, los ministros y representantes de los gobiernos de América Latina y el Caribe reunidos en la sede de la CEPAL en Santiago, Chile, coincidieron en que esa institucionalidad global debe ser eficiente y flexible.
Además, debe alcanzar una efectiva integración de los tres pilares del desarrollo sostenible mencionados, según difundió el Programa de las Naciones Unidas para el medio Ambiente (PNUMA) en un comunicado de prensa.
Los delegados también se pronunciaron allí por un cambio en los patrones de producción y consumo, mejores formas de medir la riqueza, la preservación de los principios fundamentales de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y la equidad.
Si bien el avance esperado en el tiempo transcurrido desde la primera Cumbre de la Tierra en 1992 no supera las expectativas de muchos, sirve recordar que la situación actual es muy diferente a la de aquel entonces.
Hoy las pruebas sobran y la conciencia es mayor en cuanto a lo que es capaz la naturaleza cuando sus patrones son alterados, también hemos sentido el golpe de las crisis económico-financiera y alimentaria, y presenciado los conflictos sociales en diferentes países y regiones.
Es evidente que estos, entre otros factores, hacen de este un mundo más complejo, el cual demanda un cambio radical en estrategia y conductas a seguir y un enfoque integrador en todos los ámbitos a fin de alcanzar el principal objetivo de la Cumbre de 1992: preservar la especie humana.
Escrito por: Teresita de J. Vives Romero