Antártida: La ciencia vence al clima
Desafíos constructivos y experiencias en términos de respuesta a ambientes de extrema condición climática, aislamiento y confinamiento prolongado, condicionan la permanencia humana en la Antártida.
A pesar de las bajas temperaturas registradas en el inhóspito lugar (hasta menos 80 grados centígrados) y los fuertes vientos (de 327 kilómetros por hora), científicos de diferentes países se consagran a la investigación a fin de contribuir a desentrañar los misterios de esa reserva natural.
Los estudios también permitirán brindar a las actuales y futuras generaciones un enorme caudal de conocimientos de su biodiversidad, composición geológica e historia.
Rico es el contenido de las misiones. Ya bien pueden encontrarse grupos encargados de censar las aves y los mamíferos, controlar los movimientos sísmicos o medir la variación en la rotación de la tierra con equipos satelitales.
También existen proyectos para conocer más sobre la influencia del cambio climático y del agujero de la capa de ozono en los ecosistemas polares, la contaminación, la variabilidad ambiental en zonas de impacto de asteroides o la dinámica marina.
Las vías para obtener energía limpia en las bases permanentes y su costo, así como estudios en las áreas de glaciología, geología, limnología y virología, forman asimismo parte de los análisis.
Bien es conocido hoy que la Antártida es un reservorio de información sobre el pasado, presente y futuro planetario. Asimismo en ese continente se hallan grandes depósitos de recursos muy valiosos como carbón, petróleo y agua potable (llamada nuevo oro de la economía mundial). El 90 por ciento de agua dulce del mundo está allí.
No por gusto fue necesaria la creación del Tratado Antártico, documento que zanjó las disputas en torno a las pretensiones de soberanía sobre éste, el último lugar virgen del mundo, de 14 millones de kilómetros cuadrados.
Con el propósito de salvaguardarlo, sus principales cláusulas están dirigidas al uso únicamente pacífico de la superficie terrestre y capas de hielo ubicadas al sur de los 60 grados de latitud Sur.
La referida zona, que comprende los territorios del sexto continente, estará abierta a la investigación científica y los países miembros compartirán sus planes y resultados, establece el referido texto, en vigencia desde 1961. Además, prohíbe las explosiones nucleares.
Sin embargo, uno de los aspectos que más preocupa a la comunidad científica es el impacto ambiental que genera la creciente actividad turística en el continente blanco. Los opositores de esta práctica sostienen que mantener la paz, la ciencia y proteger el entorno son los pilares fundamentales de la vida en esa región.
Para evitar un desastre humano y ecológico por esa causa, recientemente las 47 naciones que administran la Antártida, de conjunto con la Organización Marítima Internacional de las Naciones Unidas, durante una reunión en la capital neocelandesa, Wellington, planearon imponer nuevos controles a los barcos con esos destinos.
La medida reducirá el número de buques y exigirá que éstos tengan el casco reforzado para navegar en mares helados. Operadores navieros dijeron que la prohibición del uso de combustible pesado –que deberá cumplirse en su totalidad en 2011- eliminará de hecho la visita de los grandes cruceros.
El Código Polar, que incluirá además el diseño de los rompehielos, equipos de seguridad, las operaciones navales y el entrenamiento de la tripulación para la navegación en esas aguas, podría entrar en vigor -si es aprobado- en 2013.
La cifra de visitantes anuales en buques turísticos se ha cuadruplicado hasta 46 mil durante los últimos 15 años. En 2007 un barco canadiense encalló tras chocar contra un iceberg y 154 personas tuvieron que ser rescatadas, según se recordó en la referida cita.
Una serie de accidentes también involucran a la flota ballenera japonesa en el Océano Austral. Su único barco operativo actualmente, el Nisshin Maru, podría verse restringido de operar en la Antártica debido a la adopción de estas nuevas regulaciones, según una investigación del diario Sydney Morning Herald.
La nave no sólo es la responsable de la muerte de decenas de miles de ballenas durante décadas, si no que en los últimos dos años, se ha visto marcada por dos incendios y la muerte de tres tripulantes, con la posibilidad del derrame de mil toneladas de combustible.
Recientemente un gigantesco iceberg localizado frente a las costas de Australia generó una alerta de navegación e inquietud en la población mundial. Este fenómeno podrá ser cada vez más frecuente a medida que se eleve la temperatura de los mares, opinan expertos.
Quizás lo sucedido sea un indicio de que el gigante dormido, como nombran al continente helado en términos climáticos, se despierta.
Ante males peores, sirva este ejemplo para aplaudir las difíciles investigaciones antárticas y concienciar a todo el mundo sobre la necesidad de preservar las riquezas de esta inigualable reserva natural con actitudes humanas más responsables.
Escrito por : Por Teresita de J. Vives Romero